Jugamos a ser los mismos desconocidos de siempre,
dejamos que las miradas se volvieran a encontrar,
que las manos se buscaran entre sí,
poder deshacerlo todo y volver a comenzar.
Fingimos cordura entre el silencio absoluto,
y las ganas de besarnos sin remedio alguno.
Las manos se encontraron por fin;
no hubo contratiempos ni intermedios.
Las miradas se besaron con miedo,
pero supe que no iba a huir de ahí.
Aprendimos a desnudarnos el alma sin palabras,
nos contábamos los sueños y nos inventábamos historias.
Dejábamos que el instinto nos guiara;
que todo lo que habíamos guardado se refugiara.
Jugamos a no conocernos una vez más,
de nuevo apostamos a la historia fugaz.
Creímos de nuevo,
no lo podíamos evitar.
Prometimos que sería la última primera vez,
y que no pondríamos en riesgo lo nuestro.
Supe que quizás no podría volver a olvidarlo,
y que jamás volvería el juego que yo misma inventé.
Nos soltamos sin ganas y sin remedio,
Nos dejamos ir sin más y sin planes de por medio.
Las miradas no se volvieron a encontrar,
la distancia nunca se hizo breve.
No volvimos a jugar,
volvimos a ser los mismos desconocidos de siempre.